La historia de la bebé Theresa no sería notable salvo por lainsólita
petición que hicieron sus padres. Sabiendo que su hija no podría vivir mucho y
que, incluso si pudiera sobrevivir, nunca tendría una vida consciente, los
padres voluntariamente ofrecieron los órganos de Theresa para trasplante.
Pensaron que sus riñones, hígado, corazón, pulmones y ojos deberían darse a otros
niños que pudieran beneficiarse de ellos.
Una niña que nació sin cerebro y cuyo drama conmovió a todo
Estados Unidos, ha suscitado en este país una urgencia por resolver el dilema
legal sobre el derecho a la vida o a la muerte de personas que no tienen
ninguna posibilidad de sobrevivir sin asistencia médica especial. Theresa Ann
Pearson estaba condenada a morir desde que nació, y sus padres, Jostin y Laura,
querían que los órganos vitales de la niña ayudaran a salvar a otros, pero no
pudieron cumplir sus deseos porque las leyes se lo impidieron.
La familia, con la ayuda de un abogado
que la representó gratuitamente, Walter Campbell trató en vano de persuadir a
la justicia de que le permitiera donar los órganos de Theresa de modo que
pudiera dejar un legado de su trágico nacimiento.La niña murió antes de que el
Tribunal Supremo de Florida llegara a pronunciarse sobre su caso. Antes, una
juez de Fort Laudertale, al noreste de Miami, y un tribunal de apelaciones
negaron su solicitud, aduciendo que legalmente no estaba muerta mientras
presentase algún signo de actividad cerebral, que en su caso era el
rudimentario mecanismo que la hizo chillar cuando nació y que controlaba los
latidos de su corazón y su respiración. Donar uno de sus órganos vitales a otro
niño significaría su muerte segura.
Campbell sostiene que el Estado invadió
el derecho de sus clientes a tomar una decisión personal con su médico sobre la
suerte de la niña. "Este bebé conmovió a muchas personas durante su breve
vida", dijo su padre, Jostin Pearson, un trabajador de la construcción de 30
años. "Sólo esperamos que no la olviden ahora que se ha ido".
Campbell y un abogado especialista en
apelaciones, Scott Mager, prometieron seguir adelante para obligar al Estado a
revisar sus leyes. El mismo día en que Theresa murió, Mager entregó en la legislatura
de Florida un proyecto de enmienda a la ley que define cuándo ocurre la muerte.
Según el experto, de acuerdo a una decisión de la Corte Suprema de 1984 que era
aplicable a Theresa, jurídicamente ella tenía derecho a morir por "carecer
totalmente. de las funciones cerebrales de reconocimiento y no tener conciencia
de sus alrededores". Casos como el de Theresa que involucran decisiones
capitales para médicos y millares de personas sin esperanzas de vida abundan en
Estados Unidos, pero rara vez llegan a tener la atención nacional que el bebé Theresa convocó.
En opinión de Gonzalo Herranz,
presidente de la comisión deontológica de la Federación de Colegios Médicos de
España, el hecho de que se plantee la eutanasia para un niño sin cerebro
"nace de la mentalidad de la intolerancia hacia la deficiencia".
"Si esta mentalidad se va extendiendo, se empieza matando a niños
anencéfalos y se acaba matando a niños con síndrome de Down", afirma.
La ley, tras la sociedad
Según varios especialistas consultados
por el Miami
Herald, las leyes
nunca avanzan tan rápido como la medicina o la tecnología, y en ellas están
involucradas una maraña de conceptos políticos, religiosos, morales y
económicos que contribuyen a la confusión. "La ley simplemente no alcanza
a la tecnología, no sé si puede, dada la sociedad pluralista en que vivimos",
explicó James Hendricks, una abogada experta en derecho de salud.
Para el reverendo Henry Minich,
capellán de la Universidad de Miami y profesor adjunto de leyes, la dificultad
está en que la sociedad cambia más rápido que las leyes. "El propósito de
la ley es reflejar la realidad de la sociedad, y la sociedad siempre estará
delante de la ley". La tragedia de Theresa, ampliamente difundida en los
medios nacionales de comunicación, abrió viejas heridas en muchas familias que
han pasado en silencio por lo mismo. Según el abogado Campbell, sus oficinas
recibieron centenares de llamadas de gente ofreciendo su apoyo moral y
económico a Laura Campo y Jostin Pearson, una pareja de trabajadores que se las
ingenia para mantener a sus otros dos hijos y que lleva ocho años de vida en
común.
http://elpais.com/diario/1992/04/01/sociedad/702079205_850215.html
Si la bebé estaba condenada a "no vivir", ¿por qué el gobierno tendría que oponerse?. Los padres son responsables de sus hijos, no era inhumano querer donar los órganos de sus hija, iban a cambiar la vida de muchas familias, ofrecían una mejor calidad de vida para otros bebés, que por desgracia su hija no tuvo la misma oportunidad.
ResponderEliminarDentro de mi opinión el gobierno no tenía por que haber intervenido, ellos no están pasando por la situación y se les hace fácil evitar una decisión de padres de familia, cuando realmente Bebé Thresa no tenía ninguna oportunidad de calidad de vida.
¿Realmente tenemos la decisión absoluta sobre la voluntad de otro ser? Sabemos que es un humano que no va a poder sobrevivir por sus propios medios y tendría que estar conectado toda su vida a una máquina, pero sin uno de los órganos principales: el cerebro.
ResponderEliminarEn mi opinión, la realidad es que un cuerpo que no puede vivir de manera autosuficiente en funciones elementales como la respiración, el palpitar del corazón, entre otros, debería de permitírsele partir de este mundo de forma honrada, respetando su cuerpo y su espíritu.